El virus19 viaja a sus anchas por el mundo, y contagia a una velocidad inusitada, haciendo ineficaces los cordones sanitarios. Hoy todxs hablamos de lo mismo y a la vez. Experimentamos, de forma simultánea en tiempo y espacio, una amenaza que nos obliga a reaccionar colectivamente. Es como si los monólogos del mundo de internet, o las pequeñas comunidades de pertenencia se hubieran quedado muy pequeñas. A su vez, y esto es más importante, todos nos sentimos vulnerables. El virus se ha instalado en la comunidad difuminando algunas barreras sociales y territoriales. No hay grupos de contagio, no hay un “otro” al que temer. No hay un enemigo exterior. ¡Por fin!. Todos somos portadores. Viaja a lomos de los cuerpos más jóvenes y saludables, los que más se mueven y ataca a los más vulnerables, los ancianos. Experimentamos cómo nuestras prácticas y movimientos, tienen consecuencias sobre otros, y especialmente sobre los más débiles. El COVID 19 nos vincula a todos, atraviesa edades, generaciones e identidades. El paradigma de la diferencia en el que vivimos en este tiempo postmoderno se nos resquebraja.