28M Miradas creyentes: «Vida, en estado de alarma»

10. El lunes pasado, día 16, deberíamos haber celebrado el funeral de una señora mayor que había fallecido el viernes, día 13. Pero no se llegó a celebrar porque ya estaba declarado el estado de alerta, y la familia decidido aplazarlo y celebrarlo cuando todo ésto pase. Sin embargo, a lo largo de todos estos días, y por distintos motivos, las personas se seguirán muriendo sin la cercanía de los suyos, y sus entierros se llevarán a cabo sin celebración litúrgica. Esta situación pone de manifiesto -de una manera descarnada y brutal- el carácter insignificante a que queda reducida la vida humana cuando se la despoja de dos dimensiones que le son constitutivas: la relacional y la transcendente. Somos lo que somos gracias a Alguien, ante Alguien y para Alguien. Y somos con otros que nos ayudan a ser, y a los que ayudamos a ser. Sin esta relación con Dios y el prójimo, la vida humana se vuelve tan plana e insignificante como la de un perro o un caballo.

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