11. En medio de esta situación hay personas que, como el pueblo judío en medio del desierto, se pueden preguntar ¿dónde está Dios? Recuerdo que Elie Wiesel, sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, en su libro de memorias “La noche”, cuenta como tras la fuga de varios presos del campo, los alemanes eligieron arbitrariamente a tres presos, dos adultos y un niño, con el fin de ahorcarlos, y dar un escarmiento al resto de los presos. Los SS nos mandaron formar a todos, y los cuellos de los tres condenados fueron introducidos en tres lazos. ‘Viva la libertad’, gritaron los adultos. Pero el niño no dijo nada. “Detrás de mí, cuenta Elie Wiesel, alguien en voz baja preguntó: `¿Dónde está Dios? ¿Dónde está?’ Las tres sillas cayeron al suelo… los dos hombres ya no vivían…, pero la tercera cuerda aún se movía…, el niño agonizaba retorciéndose en la horca… Detrás de mí el compañero seguía preguntando: ‘¿Dónde está Dios? ¿Dónde está Dios?’ Y dentro de mí oí una voz que respondía: ¿Que dónde está? Ahí está, colgado de la horca”. Podemos reconocer en este relato lo que nos dice el mismo Jesús en el evangelio: “Los justos le preguntarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te dimos de comer o con sed y te dimos de beber? ¿cuándo estuviste enfermo y fuimos a verte? Y Él nos contestará: En verdad os digo que cuanto hiciste a uno de estos hermanos míos más necesitados, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 38-40). Dios está en cada enfermo afectado por el coronavirus que se encuentra aislado, y en sus familiares que viven con angustia dicha situación. Dios está, también, en cada uno de los profesionales sanitarios que a pesar de saber el riesgo que corren, fieles a su vocación atienden a los enfermos. Dios está en las personas mayores que solas o en las residencias se encuentran preocupadas y con un cierto miedo. Dios está en esos hijos y nietos que protegen, cuidan y atienden a sus padres y abuelos. Dios está en cada uno de los proveedores de artículos de primera necesidad, almacenistas, transportistas, cajeras, policías, conductores de medios de transporte, basureros, profesores, locutores de radio… que en medio de esta situación nos hacen la vida más llevadera. Dios está en esas familias donde alguno de sus miembros sufre una enfermedad mental. Dios está en cada persona que ayuda a sus vecinos mayores, y les aporta cercanía y humanidad en este confinamiento. Dios está en esos padres y madres que a pesar de estar preocupados por su futuro laboral, hacen las tareas de casa, hablan y juegan con sus hijos, y organizan actividades compartidas (ver una película o las fotos de las vacaciones, hacer un karaoke o una velada literaria,…) y tratan así de hacer más llevadero el confinamiento a toda la familia. Dios está en cada persona que sufre, y en quien hace las cosas pensando en los demás.
Espero que estas reflexiones te hagan más llevadero este tiempo de confinamiento. Y me alegraría mucho si te estimulan a poner por escrito tus propios sentimientos o hacer un pequeño diario de estos días, bien solo o en familia.
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