28M Miradas creyentes: «Vida, en estado de alarma»

8. El coronavirus pone al descubierto nuestras vergüenzas. Paso a analizar tres hechos. Es muy loable el trabajo que están realizando los profesores con sus alumnos a través de sistemas on-line, con fin de que niños y niñas -desde sus casas- puedan continuar adquiriendo conocimientos, y el curso académico se vea lo menos perjudicado posible. Sin embargo, muchos padres y madres con hijos en Primaria (es donde más se visibiliza el problema) tienen serias dificultades para funcionar con el ordenador, y ayudar a sus hijos en las tareas académicas. Y es que hay una parte significativa de la población que por falta de medios, de formación o de interés es tecnológicamente “analfabeta”. Y este es un problema serio en tres sentidos: 1) El que la gente esté todo el día con el móvil en la mano viendo fotos o mandando wassap no significa que sepan funcionar con un ordenador: confundimos utilización con capacitación 2) Disponemos de unos medios tecnológicos que poseen una capacidad muy superior a la que tienen las personas para utilizarlos de forma provechosa. Si se me permite la imagen: Tenemos botas de siete leguas; pero muchas personas poseen unas piernas que sólo les permiten dar pasos de cincuenta centímetros. En el futuro inmediato corremos el peligro de que los medios tecnológicos y la ambición por progresar nos lleven a creer que lo deseable es posible; y en aras de tal empeño dejemos atrás a muchas personas y familias. Sería terrible que ahora nos empeñemos en que nadie se quede atrás, y una vez superada la epidemia, y aceptado el tele-trabajo, las plataformas digitales, y otra serie de avances tecnológicos nos olvidemos de los que no son capaces de adaptarse a las nuevas tecnologías. 3) La pobreza, además, de económica, es educativa y afectiva. Quien no tiene medios para formarse y carece de amor corre la carrera de la vida con una enorme desventaja. En semejantes condiciones, la pobreza no sólo se padece; sino que además se transmite de padres a hijos.

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